1.3.08

El free del Arzobispado

Lo interesante del Festival Nacional de Jazz de este 2008, es esa mezcla de música que proviene de las diferentes partes del país. No solo se escucha jazz de la ciudad de México, se escucha jazz de Oaxaca, de Chiapas, de Yucatán, y hasta un jazz mestizado, dándole un toque de identidad y de libertad artística.

El free jazz, o el jazz libre, como lo nombraron los músicos aquel domingo 24 de febrero, en el Antiguo Palacio del Arzobispado; ya no es solamente un nuevo genero dentro del jazz, es todo el jazz que se fabrica actualmente, todos los músicos tocan ese jazz libre, que en la actualidad no solo requiere de experimentación, también necesita de pasión y libertad al transmitir un sentimiento a través de la música.

Pero para muestra, basta un botón, y ese botón de jazz libre que se esta fabricando en México, lo llevaron acabo el Trío Pinzón-Martín-Barrera de la ciudad de Mérida y el ya reconocido grupo Cráneo de Jade, de la Ciudad de México.

El concierto comenzó puntualmente a las 12 de a tarde, con un arzobispado lleno de gente, y con el grupo yucatense que inició interpretando sus primeros temas. Al principio fueron tranquilos, fueron conociendo a la gente, como seduciéndola, no sabían si explotar, o simplemente llevar un jazz ligero. Pero como fue transcurriendo la música, fue fluyendo el ambiente y, ni el trío, y mucho menos el público, se percataron de la experimentación que empezó a fluir.

Gilberto Pinzón, guitarrista del grupo, fue quien se dejo llevar por los ecos que estaban manando. Y en un principio se reía, se divertía, pero poco a poco, la comunicación que tuvo con sus instrumentos fue superior a la que tuvo con su público, y ahí empezó el juego. De la guitarra no solamente salían notas, salían ruidos, sonidos no comunes para un público sencillo. Había que prestarle atención y comprender lo que hacia con las cuerdas, de las que no solo tocaba sobre los trastes, también lo hacía por los extremos, por todas esas partes donde un principiante de guitarra no se atrevería a tocar, por temor a ser regañado por su maestro.

El ecos cortantes y punzantes fue lo que más jugo en esa tarde pinzón con su guitarra. Una guitarra que la hacia sonar, y de pronto la interrumpía con sus pedales. De pronto el sonido regresaba, lo escuchábamos, sabíamos cuando regresaría, sin embargo, cuando el eco llegaba, nos volvía a sorprender. Es una magia sonora que desaparece en jazz clásico y regresa en un sonido completamente libre.

Después tocaría el turno a Cráneo de Jade, que también vendría a darnos una cátedra de lo que es el free jazz, en especial el baterista Hernán Hecht, que además de tocar su batería, se dedicó a ambientar cada una de las piezas. El jazz de Cráneo de Jade, también sonó progresivo, intenso. Parecía un ritual en el que todos estábamos incluidos, donde el Trío de Jade fueron los dioses.

Es interesante observar algunos de los instrumentos de Hernán, ya que en los últimos temas, para poder realizar sonidos que asemejaban al viento, utilizó una manguera que para mi ignorancia, la podía confundir con un poliducto de electricidad. Una manguera que le dio una profundidad al tema, de tal forma que parecía que un viento soplaba fuertemente dentro del arzobispado, tocando solamente los sonidos del tiempo.

Para finalizar un tema utilizó una simple vasija de color cobre, la froto como si fuera una copa y, el sonido salio y se esparció como si fuera humo. No se mucho de percusiones, pero lo que si conozco, es que no es común en un artista la utilización de estos instrumentos, y eso es lo que hace magnifico al free jazz.

Entre Cráneo de jade y pinzón, nos dieron la mejor lección de lo que es sentir el jazz dentro de la música, pero sobre todo, nos enseñaron a sentir la libertad con el simple sentido de escuchar.

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