30.5.08

Jazz en Pachuca (da clic AQUÍ para escuchar musica y videos)


Este es el sitio del programa Radiofónico de "la hora jazz", que se transmite todos los martes a las 8 pm por 98.1 fm, en Pachuca Hidalgo, conducido por tus amigos Jesús Ángeles e Ivan Ángeles. Gracias a Hidalgo Radio y al periódico Sintesis por apoyar este proyecto.

Ponte en contacto con nosotros, escríbenos a lahorajazz@hotmail.com y con gusto aceptaremos tus quejas y sugerencias así como tus escritos acerca del jazz, y aquí los publicaremos.

29.5.08

Creo que a Pink Floyd no le importa

Este año Pink Floyd fue galardonado con el premio “El Polar”, que es algo así como el premio Nobel de música, que se entrega cada año en la ciudad de Suecia. Podría ser esto una buena noticia para el grupo, ya que la recompensa del premio es de un millón de coronas suecas, que en pesos mexicanos equivaldría a un poco más de un millón y medio de pesos. No lo se, pero si fuera Roger Waters, David Gilmour o algún integrarte de este grupo, preferiría el aplauso de un melómano o saber que nuevas generaciones siguen escuchando a Floyd. Hagamos un pequeño recuento del porque los premios polar no tienen gran importancia.

Estos premios fueron creados en el año de 1989 por el representante del grupo Abba, Stig Anderson. Abba sin duda es uno de los grupo de pop más exitosos del siglo XX, fueron el primer grupo que grabaron en disco compacto. Para Universal Music, es la agrupación que más discos ha vendido hasta la fecha, con más de quince millones de copias al año. Su música esta en una de las comedias musicales con más éxito en la historia, pero aun así, no dejan de ser un grupo de música pop representados por Anderson, el inventor del premio polar.

Este premio se ha entregado ha otros grandes no solo del rock, sino del jazz como: Ray Charles, Dizzy Gillespie, Sonny Rollins, B.B. King, el glorioso Led Zeppelin, entre otros. Casi todos los grupos que han sido galardonados con este premio son músicos que ya fallecieron, o que sencillamente son parte de las enciclopedias de la nueva música clásica, que no necesitan un millón de dólares para saber que son inmortales, ellos ya fueron galardonados con los cientos de estadios deportivos que llenaron alrededor del mundo, con los miles de discos que andan escuchándose en personas de 45 años y en otras de quince.

Por ejemplo, Bob Dylan o Keith Jarret, que también han sido reconocidos con este premio, ¿para que quieren un galardón de jubilación después de haber tenido la gloria de ser músicos que han inspirado a otros músicos, y no solo a ellos, a toda una sociedad compleja en la que podríamos mencionar escritores, pintores, directores de cine, fotógrafos y más? Un millón de dólares es solo hacerle cosquillas a un gran elefante que camina despacio, con la seguridad de que ya es grande.

Lo único que me hace pensar este tipo de galardones, es que hay una gran cantidad de agrupaciones principalmente del género Rock y Jazz, que en su momento las grandes industrias de la discografía no les tomaron la seriedad que merecían, porque como siempre, está primero la música popular, la que vende, esa que hay que premiar antes que otro genero, al fin y al cabo es la que deja dinero.

Solo algunos críticos se arriesgan a impulsar a grupos que en su momento pueden sonar raros, anticuados, pesados, para nombrarlos como ahora nombran a Pink Floyd: un grupo que supo sobrepasar los limites de un genero musical para mezclarse en varios; y que su música sea nombrada como rock sinfónico, progresivo, psicodélico, y el mejor de todos, espacial.

Pink Floyd es el mejor ejemplo de un grupo que cambia sin perder su estilo. Que cada uno de sus álbumes es distinto, que en sus comienzos podemos escuchar ese Floyd psicodélico, característico de aquellos años. En “Dark side of the moon”, entran en el afamado e inentendible rock progresivo, dejándose llevar por los sonidos comunes y surrealistas que rodeaban al mundo de aquella época.

“The wall”, un disco lleno de romanticismo revolucionario que cuenta una historia que heredamos todos, que cuando pasa por nuestra cabeza nos hace llorar, nos provoca gritar hasta dejarnos con la melancolía de que quizás podemos ser mejores, aunque sigamos siendo peores.

Lo mejor de todo es el sonido de Pink Floyd en vivo, demostrando que es un genio en un estudio de grabación, capas de compactar su música en un LP, y expandirla en los foros más grandes del mundo de una manera exquisita para después remasterizar en cd o en dvd, y escucharse con una gran fidelidad.

Ese es Pink Floyd, un grupo que siempre sonará a los años setenta, sin dejar de sonar como si fuera una agrupación que salió hace un par de años, un grupo que se adelantó a su época, sin saber cuantas décadas más tengan que pasar para que él tiempo pueda entenderse con él.

Dulce jazzista

Hay mujeres que conquistan el escenario, que llaman la atención cuanto uno las mira. Dulce Recillas es una de ellas, no necesita un par de ojos claros para hacerlo, o una piel blanca de la cual estamos acostumbrados a mirar en televisión; es simplemente una mujer que tiene una sonrisa que conquista, que le da seguridad y que es capas de seducir al piano.

Dulce no es un sueño, es un jazzista mexicana que anda por el mundo con su piano, que estudió la carrera de jazzista en La Escuela Superior de Música. Ha sido discípula de grandes maestros actuales del jazz nacional como Agustín Bernal y Eugenio Toussaint. Es aquella mujer exitosa dentro de la música mexicana donde su fama no depende necesariamente de un medio de comunicación, que depende de su talento y su amor hacia la música.

Aunque en la realidad existen grandes divas en nuestro jazz mexicano como Iraida Noriega, Magos Herrera, o Verónica Ituarte, por mencionar algunas, siento que mientras se valla marcando la historia del jazz en nuestro país, Dulce alcanzará el prestigio que merece, ya que es una mujer capas de entenderse con el piano a tal grado que es imposible no prestarle atención.

Le da honor a su nombre con su instrumento, tocándolo con suavidad, con cariño, de tal manera que cada una de las notas que ella fabrica, provoca tranquilidad. Es una perfecta compañera para un saxofón, una trompeta. No se le interpone a un bajo, simplemente se mezcla con la música hasta que su sonido se funde en el silencio.

Y si hoy me atrevo hablar de ella, es para difundir mi gusto hacia una mujer que me gustaría volver a escuchar en vivo, y regalarle el siguiente poema con la única intención de agradecerle su gusto por el jazz.


Dulce Ricillas

Hay una sonrisa debajo de tu boca,
inclusive debajo de tus senos.
Son tus manos que le sonríen
a las teclas de tu piano,
que juegan con él,
y juntos hacen recorrer nuestras almas
hasta lo más profundo de nuestra muerte.

Un bailarín vendería su alma
al diablo por bailar como bailan
tus dedos sobre el piano.

La dulzura que provoca tu sonido
es mucho más profundo que la boca
de un sax o lo grabe de un bajo.

Solo hay algo que no logro comprender,
mientras tocas…
son tus piernas
que parecen dos soldados,
que permanecen quietos
mientras tu música vibra.
Ojala y tus piernas bailen, como tocan tus manos.



Un hombre loco

Erase una vez un hombre loco que quería volverse loco. Busco varias maneras de lograrlo, una de ellas fue el alcohol, en algún momento de su vida se había cruzado con un borracho, el cual le dijo que no había mejor manera para perder la razón que por medio de una bebida adulterada. Así que fue a la licorería más cercana y compró una dotación completa de mezcal que le duró aproximadamente un mes. Durante todo el día, cuando tenía sed, para acompañar sus tres comidas, o por simple osadía, solo bebía mezcal rebajado con un poco de agua.

Pasaron dos semanas y se sentía diferente: un dolor de cabeza lo fastidiaba todas las mañanas, una intensa sed que se aparecía por las noches, retortijones en el estomago que le doblaban su cuerpo por las tardes, mareos que lo hacían tropezar, pero que no lo hacía sentirse loco, solo diferente, pero no loco.

Al término de todos sus panales de alcohol, decidió buscar otro método. Refugiado en los libros se encontró con Dante y con Goethe, mientras los leía sentía que estos hombres enterrados en sus letras le deban una nueva manera para lograr su meta, “no hay mejor manera de volverse loco que no sea por amor”. Alguna vez nuestro loco había sentido amor, pero ya habían pasado muchos años, ya no recordaba como demonios se sentía.

Así que salió con toda la vulnerabilidad de un hombre para encontrar a una chica, una Beatriz que lo volviera loco. Después de intentar por más de 3 meses, recordó porque había dejado de enamorarse. No era tan sencillo salir a la calle, sentarse en una banca o en un bar y sacarle la plática alguna chica, para después enamorarla, o enamorarse y, volverse completamente loco. Esta lección la aprendió gracias a 32 cachetadas, 51 insultos, 13 engaños y cinco coqueteos falsos de 44 mujeres por las que fue rechazado, eso sin contar a los 3 hombres que confundió con mujeres y a la chica que si la enamoró, pero que a él no le interesó.

Después de recordar lo difícil que es el amor y haber leído durante casi un año, se le ocurrió internarse en un manicomio, no hay mejor manera de que se te pegue una enfermedad sino convives con los enfermos. Así acudió a un centro de salud mental, esperó en la recepción un rato, y cuando lo atendieron declaro estar mal de sus facultades mentales. Usted no esta loco le dijeron, solo sufre un poco de estrés y de depresión, busque nuevas metas en su vida y vera que no esta loco. Al ver que sus declaraciones no funcionaban, sencillamente empezó a lamer y a patear todo lo que tenía enfrente hasta que por fin lo encerraron con más locos.

Internado duró solo veinte días, las agresiones físicas de los demás internos, los acosos de algunos médicos, y los tranquilizantes que a diario le inyectaban lo hicieron desistir. Quería volverse loco, no le cabía la menor duda, envidiaba a cada uno de sus compañeros que en verdad lo estaban, pero quería estar loco, no traumado.

Un día decidió escapar de la clínica sin dar las gracias y buscar nuevas maneras de volverse loco, si un loco, pero no a uno que le tuvieran miedo, que estuviera encerrado, o que su locura tuviera que depender de alguien más.

Pasaron los días, y mientras pasaba por el jardín de alguna universidad, observó a unos jóvenes que reían y reían sin penas, y de las risas podían pasar a las lágrimas, para después ponerse a cantar. Ellos están locos, dijo nuestro loco, y lo mejor es que nadie les teme, nadie los corre, y ahí están como hombres perdidos en el espacio, sin importarles el tiempo.

Decidió acercarse a ellos ofreciéndoles unos libros que se los vendería a mitad de precio, no se le ocurrió otra cosa más que venderles algo, y lo único que traía eran los libros que hace poco había leído.

Los jóvenes vieron los libros, se sorprendieron de la lectura del hombre y uno de ellos le ofreció pasto a cambio del libro. ¿y yo para que quiero pasto? Dijo nuestro hombre loco. Sino no lo has probado, permíteme que se sea yo quien te dé tu primera bocanada, ya verás que sentirás diferente. Nuestro loco pregunto si esa diferencia lo podía hacer loco, para lo que nuestros universitarios le contestaron que solo el exceso del pasto y otras drogas le provocaría la locura, para lo que nuestro loco les pidió que le consiguieran la mayor cantidad de pasto y otras drogas.

Al final consumió tres kilos de marihuana y veinte gramos de cocaína en dos semanas. Durante ese tiempo comió muy poco, y por momentos, sentía que lograba su objetivo. Su problema fue cuando mezclo la cocaína con el pasto, y sin haber fumado antes en su vida, fue a dar directamente al hospital.

Cuando se dio cuenta que no podía volverse loco, decidió buscar un trabajo, estudiar por las tardes y reconquistar a la chica que había enamorado hace tiempo, en pocas palabras, llevar una vida normal. Así transcurrieron seis años, y justamente cuando ya había formado una familia, un trabajo con futuro y estaba decidido dejar de beber, se miro al espejo y recordó su etapa cuando quería ser loco. En ese momento su mujer interrumpió sus recuerdos y con una risa le dijo: hace tiempo que no te ponías así, sin hacer absolutamente nada, solo pensando en ti, como si tuvieras algo en mente… ¿sabes porque me enamore de ti?, porque estas verdaderamente loco.

Toma un jazz boliviano

Takesi son desmontes llenos de paisajes verdes donde la naturaleza brilla de vida, son pequeñas viviendas de piedra y barro; es una laguna donde suelen bañarse los dioses antiguos para resucitar de vez en cuando, un camino lleno de magia e historia boliviana que forma una gran calzada, para alcanzar la paz y la perfección.

Este lugar existe, no es un lugar inventado por la magia de las letras. Takesi fue un camino antiguo de los incas. Hoy lo sigue siendo, no se en cuantos aspectos, pero ahí esta, encaminando a un grupo que se deja llevar por la magia de este lugar, llegando a cosechar un jazz donde bailan las musas alrededor de la armonía y que es digno de presentarse a los dioses.

Este proyecto jazzístico surge en el 2004, con la inspiración de este camino prehispánico. Funden los sonidos folclóricos que suenan por Los Andes junto con una fusión de sincopas, los sonidos contemporáneos del mundo y los ecos guardados en el silencio del Bolivia. Y ahí, en la experimentación, con una gran variedad de instrumentos: Las zampoñas, el Charango, las percusiones y los vientos andinos; íntimamente mezclados con los sonidos un poco más conocidos de la batería, guitarra, y bajo, hacen de este grupo, una nueva manera de disfrutar el jazz, pasando desde un jazz clásico, hasta una música completamente evolucionada.

Si tienen la oportunidad de escuchar su disco titulado “Tumba”, es necesario que lo escuchen de principio a fin, sin cortes, sin adelantar o brincarse un tema porque es probable que se cubra esa magia que tiene esta producción.

El primer tema titulado “Tumpa” no hace remontarnos precisamente a esas montañas del sur de América, comenzando con esas pequeñas guitarras andinas que, al principio se podría jurar que no es jazz, que no es más que música Boliviana, pero después de unos segundo viene la magia, la integración perfecta de la batería y el saxofón provocando la primera experimentación. Justamente cuando se acostumbra a esta mezcla de jazz con sonido boliviano, el tema da un giro de noventa grados y se profundiza a un jazz de los años cuarenta. No cualquiera hace una mezcla como esta, en la que ni él jazz, y mucho menos la música tradicional boliviana pierden su esencia.

Sencillamente no es un proyecto de hacer temas de jazz ya existentes en movimientos andinos, mucho menos hacer temas andinos en jazz. Es formar un nuevo genero dentro jazz en donde se conjugan la tradición de un pueblo que no logro llegar a Nueva Orleáns hace un siglo, pero que hoy el jazz lo alcanza a él, y se pueden entender perfectamente bien para crear una nueva forma de hacer música en este nuevo siglo, que tanta falta le hace.

Toma un Auki jazz

La primera vez que escuche el tema de toma un Auki jazz de este grupo boliviano, me pareció que estaba escuchando “Take Five” de Dave Brubeck, pero sabía que algo andaba mal, el tema comenzaba con una flauta y jamás había escuchado que take five comenzara de esa manera, pero ya después de escucharlo completo me di que no lo era. Y es que en verdad es muy parecido al famoso toma cinco, y sin conocer o preguntarle a Takesi, he llegado a la conclusión de que “toma un Auki jazz” es un tributo a take five, o al menos, fue parte de la inspiración. Aun así el tema de Takesi no pierde la originalidad, toma un Auki y nada más.

Para aquellos que no quieren quedarse en la sencillez de la palabras, y quisieran conocer esta material musical, pueden hacerlo por medio del Internet introduciéndose al mar del Internet, en la pagina http://www.myspace.com/takesiworldjazz, ahí podrán escuchar cuatro temas de este grupo, en donde seguramente también caerán en la magia del jazz boliviano.

2.5.08

El experto


Estaba cansado de escuchar comentarios de jazz que me molestaban, me irritaban, eso de creerse un sabelotodo en algún género musical me que causa sueño - me decía hace poco un aficionado al jazz - . Tienen todos los discos originales de Miles Davis, DVD’s importados donde se encuentra la historia del swing y de las grandes bandas. Asisten a conciertos en el Lunario del Auditorio Nacional, se compran el disco inédito de Lena Horne, y al final, en las pláticas cantineras, con más de cinco copas en la cabeza, quieren sobreponerse como los catedráticos del jazz.

- Simplemente observaba al hombre molesto que no sabía a donde quería llegar, solo sabía que estaba harto, quería gritar algo, y si soy un poco sincero, esperaba a que en mí buscara a la persona indicaba para hablar de música sin caer en aquel perjuicio, pero me equivoque cuando lo seguí escuchando. – He llegado a la conclusión que las personas que verdaderamente sienten el jazz, y que no pierden el tiempo en estar buscándole la rítmica o el compás, no son aquellos que escriben en las revistas o en los periódicos, no salen en radio con programas especiales, y mucho menos aquellos que hacen bibliotecas para documentar el jazz. No, encontré a la persona exacta con quien compartir mi gusto por el jazz, mi gusto por sentir y escuchar a todos esos músicos que dejan su vida en el escenario.

Debes de saber que para poder apreciar alguna pintura, un libro, una película, o un concierto, hay que tener sensibilidad, - me exponía con disgusto, tratando de tener la razón, y sin dejar que le expresara algún comentario - esa pasión la busque en muchas personas. Recuerdo cuando asistí a un concierto de los Dorados, invité a una amiga que me gustaba, y siempre platicábamos de nuestras locuras, de lo que nos deleitaba y de lo que definitivamente no podíamos digerir. Ella saboreaba la música clásica, el rock ingles y el famoso Word Music; así que se me hizo la persona ideal para compartir mi gusto sobre el jazz, pero sabes una cosa, me equivoque, ya que cuando estábamos en el concierto de este excelente grupo mexicano, de pronto la notaba distraída, en otras bostezaba, y parecía como si la hubiera llevado a un partido de fútbol de segunda división.

Un día en mí casa me propuse llevar a unos amigos, de esos cuates que de vez en cuando se asoman por los museos para ver las exposiciones del José Marín o del Garnica. Que han tomado sus cursos de fotografía y que tiene sus bandas de rock, y pus ya ahí entre el cotorreo de la noche, les pongo algo de la fabulosa Fitzgerald, pero en ese momento, al hacer la transición entre Radiohead, Gotan Project, Café Tacuva, y la maestra del scat, muchos de ellos se mal viajan y hacen sus protestas musicales. Total que durante toda la noche se logra poner desde Chemical Brothers, blur, La margarita, o inclusive al farol del Armando Palomas, pero el disco de Ella Fitzgerald nunca encajo.

Me voy también a lo pocos cafés donde ponen jazz, pero de la gente que esta tomándose el chocolate, el té o su respectiva cafeína, pocos le prestan atención a las los temas que pasan por sus oídos. De aquellos que noto que mueven el pie y que se emocionan cuando comienza algún tema entre el fondo de las tazas y las voces de la gente, me llego acercar, les manifiesto mi gusto por el jazz, y al principio es fantástico, logramos coincidir en muchas cosas; pero como a la mitad de la platica, alguno de ellos se clava en lo que ya te había dicho, en eso de creerse en el semi-dios que tiene todo el conocimiento sobre este genero musical, y no se trata de eso.

Pero encontré justamente en la persona que menos imagine la manera exacta para poder deleitar el jazz, la hallé en un ser humano que no rebasa el metro y medio de estatura y que es capas de decir frente a quien sea que ignora algo. Tropecé con el justamente antes de ir a un concierto de Lalo Mendez. Tenía dos boletos y nadie tenía el tiempo para acompañarme, no quería que se desperdiciara aquel boleto, así que tome a la única persona que se encontraba en mi sala, y sin decirle a donde iríamos, me lo llevé al concierto.

Nunca me había acompañado mi sobrino de diez años a un concierto, lo máximo que habíamos recorrido juntos, era la tienda de la esquina para comprar dulces, y esta era la primera vez que sería acompañado por un infante a un concierto musical, y esperaba lo peor. Quizás a la mitad del concierto me diría que esta aburrido, me haría comprarle algún postre para mantenerlo quieto, inclusive iba preparado para que en algún momento se escucharan sus gritos o sus lloriqueos, pero no fue así.

Realmente estuve con una persona que, en efecto, nunca dejo de hablar en el concierto, pero lo hacía para preguntar como se llamaba el instrumento que Lalo se llevaba a la boca. Se paraba de la silla y se acercaba a los músicos, jamás había visto que alguien le prestara tanta atención a los movimientos de un músico como lo hizo en ese momento mi sobrino. Fue el único individuo que en el lugar se atrevió a bailar lo que le gustaba, decir que tal tema ya le había aburrido y que era muy largo, y en lugar de tomar una pose de seriedad o de intelectual, sencillamente disfruto el concierto.

Así que desde ahora, con quien escucho mi música y disfruto el jazz, es con mi pequeño sobrino, que no puede pronunciar correctamente a Dizzy Gillespie, pero si sabe perfectamente lo que tiene que hacer cuando lo llega a escuchar.