29.5.08

Dulce jazzista

Hay mujeres que conquistan el escenario, que llaman la atención cuanto uno las mira. Dulce Recillas es una de ellas, no necesita un par de ojos claros para hacerlo, o una piel blanca de la cual estamos acostumbrados a mirar en televisión; es simplemente una mujer que tiene una sonrisa que conquista, que le da seguridad y que es capas de seducir al piano.

Dulce no es un sueño, es un jazzista mexicana que anda por el mundo con su piano, que estudió la carrera de jazzista en La Escuela Superior de Música. Ha sido discípula de grandes maestros actuales del jazz nacional como Agustín Bernal y Eugenio Toussaint. Es aquella mujer exitosa dentro de la música mexicana donde su fama no depende necesariamente de un medio de comunicación, que depende de su talento y su amor hacia la música.

Aunque en la realidad existen grandes divas en nuestro jazz mexicano como Iraida Noriega, Magos Herrera, o Verónica Ituarte, por mencionar algunas, siento que mientras se valla marcando la historia del jazz en nuestro país, Dulce alcanzará el prestigio que merece, ya que es una mujer capas de entenderse con el piano a tal grado que es imposible no prestarle atención.

Le da honor a su nombre con su instrumento, tocándolo con suavidad, con cariño, de tal manera que cada una de las notas que ella fabrica, provoca tranquilidad. Es una perfecta compañera para un saxofón, una trompeta. No se le interpone a un bajo, simplemente se mezcla con la música hasta que su sonido se funde en el silencio.

Y si hoy me atrevo hablar de ella, es para difundir mi gusto hacia una mujer que me gustaría volver a escuchar en vivo, y regalarle el siguiente poema con la única intención de agradecerle su gusto por el jazz.


Dulce Ricillas

Hay una sonrisa debajo de tu boca,
inclusive debajo de tus senos.
Son tus manos que le sonríen
a las teclas de tu piano,
que juegan con él,
y juntos hacen recorrer nuestras almas
hasta lo más profundo de nuestra muerte.

Un bailarín vendería su alma
al diablo por bailar como bailan
tus dedos sobre el piano.

La dulzura que provoca tu sonido
es mucho más profundo que la boca
de un sax o lo grabe de un bajo.

Solo hay algo que no logro comprender,
mientras tocas…
son tus piernas
que parecen dos soldados,
que permanecen quietos
mientras tu música vibra.
Ojala y tus piernas bailen, como tocan tus manos.



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